Escondite de adolescentes aficionados a las pellas,  sempiterno aspirante a 'botellódromo', refugio de parejas sin casa ni  coche, circuito de cabecera de aficionados al trote, la carrera y el  abdominal, banco de jubilados con y sin periódico, paseo ideal para  perrunos... Es el parque del Príncipe, una mancha ocre en el mapa de  Cáceres, la zona verde más grande de la capital, y aunque para la  mayoría sea algo desconocido, uno de los paraísos urbanos para aves más  apreciados de España.
 
75 especies, entre ellas unas cuantas a las que es muy  difícil ver si no es en el campo, lo han elegido como sitio para vivir,  entre otras razones porque entre sus 18 hectáreas hay menos ruido del  habitual en una ciudad. «Esto es así porque el parque está en una  depresión, es decir, está a una altura inferior a la de sus alrededores,  y eso hace que el ruido del tráfico llegue matizado», explica Daniel  Patón, profesor titular de Ecología en la facultad de Ciencias de la Uex  y miembro de la Asociación de Amigos del Parque del Príncipe.
 
Precisamente él es quien ha tomado la iniciativa de  lanzar una idea que tiene como objetivo fundamental mejorar el hábitat  de las aves que hay en el parque, intentar que las que hay no se vayan y  que puedan venir más. Lo que propone Patón es crear pantallas vegetales  para reducir el nivel de ruido en el recinto. Su planteamiento es  ubicarlas tanto en la Ronda Norte como en la avenida de Hernán Cortés,  las dos carreteras -precisamente la primera nació, entre otros motivos,  para descargar de vehículos a la segunda- que marcan los límites de la  zona verde a un lado y otro.
 
¿Y qué es una pantalla vegetal? Sin entrar en grandes  profundidades, se puede definir como una barrera natural, a base de  árboles y arbustos, que actúa como aislante. Es la versión ecológica de  las pantallas anti ruido que es fácil ver en las autovías, o separando a  estas de urbanizaciones situadas al lado. En las vegetales, en lugar de  materiales artificiales, todo es natural. Básicamente, árboles. Y no  basta con una sola fila. Son necesarias varias. Y tampoco sirve  cualquier especie. 
 
Daniel Patón sugiere el algarrobo, porque a pesar de que  tarda en crecer, tiene muchas hojas, aunque matiza que hay otras  opciones (los cipreses o incluso las encinas) que podrían valer. «Los  jardineros son quienes saben bien cuál sería la mejor elección», apunta  el profesor, que enumera qué condiciones debería cumplir la especie  elegida. «Debe ser perenne, con mucha densidad de hojas y ramas finas  que creen bolsas de aire -detalla-, preferiblemente de crecimiento  rápido, longeva, resistente a la falta de agua y mejor un matorral alto  que un árbol o arbusto bajo».
 
Este muro verde consigue reducir el nivel de ruido entre  tres y cinco decibelios, una cantidad pequeña -considerablemente menor a  la de las pantallas acústicas artificiales, las de las carreteras-,  pero suficientes para el parque del Príncipe, que ya de por sí presenta  una tasa de rumorosidad baja.
 
En concreto, la media del recinto es de 52 decibelios,  con áreas donde baja hasta los 47 y otras más expuestas en las que se  alcanzan los 60. Según los estudios de Patón -hay más de una  investigación que lo acredita-, el nivel sonoro es un factor fundamental  a la hora de responder a la pregunta de por qué el parque acoge a  especies que no suelen habitar en ciudades. «El ruido explica la  presencia de más del 68 por ciento de la avifauna urbana», añade el  experto, que sugiere una segunda medida para reducir el ruido en el  entorno: garantizar, mediante resaltes o radares, que los vehículos que  circulan por la avenida de Hernán Cortés o la Ronda Norte no sobrepasan  la velocidad legal establecida.
 
La propuesta de Daniel Patón tiene el aval de la  Asociación de Amigos del Parque del Príncipe, de la que es miembro. De  hecho, el colectivo tiene varias iniciativas que pretenden revalorizar  el recinto. Entre ellas, la más significativa es la mejora de la  conocida como 'estufa fría', un espacio en el que viven 180 especies  tropicales. El proyecto está incluido en la lista que el Ayuntamiento  presentó al segundo Plan E, y su dotación es de 200.000 euros, que se  invertirán en habilitar un pasillo y señalizar los ejemplares, pasos  obligados para que el lugar pueda recibir visitas guiadas.